domingo, 23 de enero de 2011

La religión del automóvil

Siguiendo otro poco con la relectura de textos de Lewis Mumford, continúo con la transcripción de algunos párrafos escogidos de entre su vasta obra, que me parecen particularmente interesantes y de plena actualidad, a pesar de los casi cincuenta años transcurridos desde su primera publicación, allá por los años '50 y '60. En este caso se trata de su libro "La carretera y la ciudad" (The highway and the city), de 1963, donde reflexiona acerca de los problemas que se están generando en las ciudades y el paisaje norteamericanos por la falta de un planeamiento adecuado -pensado sobre las necesidades del hombre- sumado a la pasión explosiva de la sociedad de consumo por los automóviles.
Los textos están tomados de la edición castellana "Textos escogidos" de Ediciones Godot comentada en la entrada de este blog del 29 de diciembre pasado.

La carretera y la ciudad
"Para la mayor parte de los norteamericanos el progreso significa aceptar lo que es nuevo porque es nuevo, y descartar lo que es viejo porque es viejo. Esto puede ser bueno para una rápida evolución en los negocios, pero es malo para la continuidad y estabilidad en la vida. El progreso, en un sentido orgánico, debiera ser acumulativo, y aun cuando una cierta cantidad de limpieza de cosas inútiles es siempre necesaria, perdemos parte de los beneficios ofrecidos por una nueva invención si descartamos, de manera automática, todo el valor que aún tienen las invenciones que la precedieron. 
[...] Tal vez nuestra época para el futuro historiador sea conocida como la época del 'bulldozer' y del exterminador; y en muchas partes del país la construcción de una carretera tiene el mismo resultado sobre la vegetación y las estructuras humanas como el pasaje de un tornado o la explosión de una bomba atómica. 
[...] El error fatal que hemos estado cometiendo es sacrificar toda otra forma de transporte al automóvil privado [...] Pero el hecho es que cada tipo de vehículo tiene su uso especial; y una buena práctica transportista debe buscar mejorar cada tipo para sacarle el mejor provecho. Esto no puede lograrse teniendo como finalidad única la velocidad o la afluencia continua. 
[...] No puede haber un planeamiento acertado en ninguna parte hasta que hayamos comprendido la necesidad de establecer normas o límites ideales para la densidad de la población. [...] Nuestra política de carreteras lleva a un máximo de congestión del centro y expande el área de dispersión suburbana, lo que podría llamarse el 'desborde metropolitano'. 
[...] En nuestra fascinación por el automóvil hemos olvidado cuanto más eficiente y más flexible es el peatón. [...] Pero la idea de que los automóviles privados pueden sustituir al transporte en masa debería ser fomentada sólo por aquellos que desean ver desaparecer la ciudad misma, y con ella la compleja, multifacética civilización que la ciudad hace posible.
No hay una solución de ingeniería puramente local para resolver el problema del transporte en nuestra época: no es posible hacer nada que sea una solución estable si no se tienen en cuenta todos los elementos necesarios de transporte: automóviles privados, ferrocarriles, aeroplanos y helicópteros, servicios de transporte en masa eléctricos y por ómnibus, hasta 'ferryboats' y , finalmente, no el menor de todos, el peatón. Para lograr el patrón total necesario no sólo debe haber un planeamiento efectivo de la ciudad y de la región, antes de que las nuevas rutas o servicios se planifiquen; también necesitamos -y cuanto antes mejor- un sistema adecuado de gobierno urbano federado en una escala regional. 
[...] Una ciudad existe, no por el constante pasar de los automóviles, sino por la preocupación y el trabajo de los hombres."

Foto: imagen de Detroit, de Elliot Erwitt, tomada del libro "God's own junkyard", Peter Blake, 1963. 

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